Los
múltiples dioses a los que se rendía culto eran animales. Con el paso
de los siglos los dioses empezarían a adoptar formas humanas o híbridas,
aun sin abandonar su esencia animal. Se trataba de una religión
fundamentalmente localista: cada aldea rendía culto a su dios y a la
divinidad de la provincia que le correspondía. Con la unificación del
país, los dioses similares tendieron a ser englobados bajo un mismo
nombre y una misma simbología. Así, por ejemplo, todos los que
presentaban forma de halcón se convirtieron en Horus.
Se introdujo también el culto a los dioses cósmicos, como Ra (el Sol). La divinidad solar adquirió especial importancia con Akenatón (desde 1367 a. C. - h. 1350 a. C.), que durante su reinado impuso un monoteísmo centrado en el dios Atón, el disco solar.
No obstante, desde el punto de vista de la producción artística, la divinidad inspiradora de gran parte del arte egipcio era Osiris, dios de los muertos. La creencia en una vida en el más allá condicionó la creación de obras de arte de función religiosa o funeraria, y de exaltación de la figura del faraón.
Los faraones y altos dignatarios eran embalsamados y momificados para conservarse eternamente y realizar el viaje de ultratumba. El difunto era enterrado con estatuas y retratos propios, considerados formas de mantenimiento de la existencia, y con amuletos y objetos personales útiles en la vida sobrenatural.
Los
dioses empezaban a tomar una forma humana, pero sin abandonar la
escencia animal. En los jeroglíficos, hay varias formas "inhumanas" que
muchos lo relacionan con aliens, pero no son más que una forma de
representar a sus diferentes dioses y faraones.
Se introdujo también el culto a los dioses cósmicos, como Ra (el Sol). La divinidad solar adquirió especial importancia con Akenatón (desde 1367 a. C. - h. 1350 a. C.), que durante su reinado impuso un monoteísmo centrado en el dios Atón, el disco solar.
No obstante, desde el punto de vista de la producción artística, la divinidad inspiradora de gran parte del arte egipcio era Osiris, dios de los muertos. La creencia en una vida en el más allá condicionó la creación de obras de arte de función religiosa o funeraria, y de exaltación de la figura del faraón.
Los faraones y altos dignatarios eran embalsamados y momificados para conservarse eternamente y realizar el viaje de ultratumba. El difunto era enterrado con estatuas y retratos propios, considerados formas de mantenimiento de la existencia, y con amuletos y objetos personales útiles en la vida sobrenatural.